Se te cayó un papel...el que te envuelve, bombón!

Lo dijo, lo pensó, lo sintió
Anto
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Voces del más allá..
Estás ahí.
Sí, aquí estoy.
Hace mucho que no hablamos.
Lo sé.
¿La invitación sigue abierta?
Tal vez.
(Un tal vez que suena a un sí).
Juegas conmigo.
(Juegos de manos, juegos de villanos).
No juego.
Sólo sé que tú y yo nos debemos algo.
Y ya no tenemos toda la vida.
(Debe ser ahora).*
*De "Cuentos extraños e iracundos" (con las fallas espaciales del html)
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Noche a noche aparecía como un fantasma que me observaba desde lejos. Una atmósfera húmeda, como si las gotas de la lluvia se negaran a caer, pero no a mojar. Unos peces que vuelan, rescatando al héroe de la furia de Poseidón, la cruel princesa mira impertérrita la horrenda escena en que el embrujo del mar insiste en devorar al héroe.
Pero el asunto parece mentira. Ya no cree en héroes odiseicos que se atrevan a cruzar el mar por el amor de una mujer. Es para reírse. Y lo hace.
Sin embargo, la humedad del aire es real. Sí está mojada. El héroe corre a su lado, intentando huir de la humedad que se transforma en gotas, en chorros, en ríos, en mares de lluvia, en una cuarentena diluvial, que incita a huir.
La calle, la de los sueños de la infancia. La boca y el silencio. La inmanencia de la sospecha. No más. Es mejor así.*
*De 'Cuentos extraños e iracundos'.
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Anto
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Etiquetas: amor ciego, canal 13, reality
Les dejo el link del blog de mi viaje "Nuestro viaje a las Alturas".
Bellas vacaciones para todos.
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-¡No te hagas mala sangre!- le dijo Ulises cuando se marchó. Todo fue un juego inocente no más, así que no te hagas mala sangre.
Después de todo la culpa fue tuya al querer ir por lana y salir trasquilada, le dijo el héroe mirándola de reojo.
Impactada por la osadía de sus palabras, se quedó arrumbada frente a las colecciones especiales esperando a que mirara atrás y se retractara.
-No te hagas mala sangre- le dijo. Tomó su rumbo y ya no la miró.
Y se quedó sentada, sin lana para tejer, esperando a ver si es que por curiosidad volvía sobre sus pasos, volvía sobre lo dicho. Pero no.
Y mientras, la sangre se hacía mala sangre porque ya no iba a esperar otros veinte años. Porque ya no habían hilos que enredar y desenredar para matar el tiempo. Si ella no mataba el tiempo, el tiempo la mataba a ella. Cualquier día de estos terminaría con los hilos enredados en su cuello y ese no era un buen final para tan buen escritor.
El osado héroe caminó, caminó, caminó. Y cuando por fin decidió volver - para no hacerse mala sangre- la descubrió coqueteando con uno de los incontables pretendientes.
Y sin lana y sin hilos en las manos.
Ulises, enfurecido y herido en su orgullo de 'macho', se acercó a verificar la increíble escena.
No te hagas mala sangre- le dijo- esta vez la que se marcha soy yo. Quisiste ir por lana y volviste trasquilado.
Penélope tomó su bolsito marrón, se puso su vestido de domingo y se marchó.
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De los que me conocen o los que han hablado conmigo durante estas dos últimas semanas, cualquiera de ellos podría pensar que la vida me dio la espalda, que se me acabó la buena fortuna, que la pelada me anda rondando o, los más faranduleros, podrían compararme con la Marlen Olivari y, que al igual que a ella, alguna rubia maldadosa me echó una maldición.
Sea cual sea la explicación, el asunto es que estas dos semanas mi cuerpo ha hecho crash y la gota que rebasó el vaso fue el sábado veintisiete a eso de las diez y media de la noche.
Esa noche habíamos decido salir con Rodrigo siguiendo la ruta natural de los pies. Salimos de casa y competimos con otra pareja por dos lugares en el taxi colectivo que nos acercaría a un posible destino.
Nada extraño, hasta entonces.
El vehículo de la estrellita amarilla las empinó por la calle Mapocho y al llegar al cruce con avenida Brasil se produce el primer suceso del relato fantástico: una camioneta de ruedas patonas se dirigía muy campante en sentido contrario. ‘Peligro público’ en una avenida en la cual los vehículos circulan, por las cuatro pistas sentido oriente, a una velocidad promedio de 70 kilómetros por hora. El chofer rápidamente lo esquivó, le tocó la bocina, dijo un par de chilenismos y siguió.
Ante tan extraño suceso, me di vuelta para asegurarme de que la visión era real. Fue en eso cuando la cosa se hizo más compleja y más extraña: un jeep blanco estaba a punto de investir contra el taxi colectivo, con nosotros adentro. Solo recuerdo el color blanco, las luces delanteras, el rojo de luz de freno del taxi y el tremendo CRASH.
Dolor, mucho dolor. Miedo, terror.
Reaccioné en los brazos de Rodrigo que tocaba mi cabeza. Yo decía: me duele amor, me duele mucho. Rodrigo sintió sangre. Creí desmayarme. No hay sangre amor, no te rompiste. Júrame, amor, que no me rompí la cabeza. Júramelo.
Reaccionamos todos. Habíamos sido impactados violentamente por un jeep y yo me encontraba totalmente damnificada. Con el golpe, mi cuerpo se movió como los muñecos de prueba de accidentes de tránsito (iba en el asiento trasero, al medio), mi cabeza se golpeó violentamente con la parte trasera del vehículo, mi cuello se balanceó sin control adelante y atrás. El dolor era tan intenso que yo creía que el parachoques delantero del jeep me había golpeado.
Luego todo se volvió un caos. Me quedé sentada en el mismo lugar, cuidando de no moverme. Una señora se acercó a darme agua. Luego muchas señoras comenzaron a llegar, niños, hombres y muchos, muchos curiosos.
La primera sirena: los bomberos. ¡Por favor, puedo salir caminando! Pero, en su afán de ser héroes me sacaron del auto con todo el show y me dejaron acostada, e inmovilizada, en la vereda ante la mirada curiosa de las decenas de personas que habían llegado hasta entonces. Había que esperar que llegara la ambulancia.
La segunda sirena: carabineros siguiendo el proceso. Su nombre, su edad, su fecha de nacimiento, su nivel de estudios, su estado civil, su profesión (por primera vez lo dije: profesora). Mientras yo, tendida en el suelo, le gritaba cada uno de los datos que me pedía.
Tercera sirena: la ambulancia del SAMU. Tómenle el pulso. Inmovilícenla por completo. A la camilla a la cuenta de tres (oh, ¿y si no pueden levantarme?). UNO-DOS-TRES. Rodrigo quédate a mi lado, que me muero de vergüenza. A la Posta Central.
A esas alturas el dolor del cuello iba en aumento. Me dolía la cabeza y me estaba dando sueño. No me dejaban dormir. Me subieron a la ambulancia y encendieron la sirena. No me di cuenta de cuando llegamos a la urgencia de la posta y me ingresaron como a los pacientes de E.R.
El dolor era cada vez más intenso. El hematoma de la cabeza crecía y crecía.
Y me estaba volviendo loca de estar inmovilizada. Quería mover las piernas, ¡por favor, suéltenme un poco! ¡Atiéndame que me duele!
Para dejar de pensar en el dolor Rodrigo me hacía reír. Después de todo el paseo tenía su toque: me llevaban de un lado a otro en camilla, llena de cuerdas y con la cabeza envuelta en aparatos que impedían mi movimiento. Habíamos paseado en un vehiculo de emergencia (era mi primer paseo en ambulancia y con sirena y todo).
Me enviaron a rayos para ver qué tipo de lesión tenía. Cuando salí de la sala de urgencia Rodrigo, haciéndome reír nuevamente, me dijo: ¿a dónde te llevan mi amor? ¿a la morgue?
El diagnóstico: esguince cervical.
Ahora estoy en cama, con un cuello de repuesto que sujeta mis vértebras, con dolor intenso en el cuello, pero viva.
¡Te quedaste con cuello mi amor!
Así fue. Nos quedamos sin paseo, sin cena, sin nada. O sea, con una historia divertida que contar, porque afortunadamente me puedo reír y, aunque duele mucho, no tengo que lamentar nada más.
Lo dijo, lo pensó, lo sintió
Anto
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