febrero 25, 2007

De dónde para dónde...?


Si eres de Santiago, seguramente este ha sido el tema de conversación más recurrente desde el 8 de febrero. Bueno, ya estamos a 25 pero siento que todavía queda discusión para rato. Claramente, me refiero a Transantiago.

El día que comenzó el plan de renovación de la locomoción colectiva venía llegando de la playa, pero como soy precavida me fui con tarjetita y todo a disfrutar del sol y de las aguas del mar. Al llegar, Santiago era un verdadero caos.
Siempre me sentí muy proactiva respecto del mentado sistema, asumí una postura en la que pondría todo de mi parte para que resultara, aun sintiendo que a pesar de mi buena disposición lo más claro era que quedaría la gran cagada capitalina.
Y como ya dije, así fue.
Santiago y los santiaguinos estaban enrabiados. Y todos buscaban por todas partes al culpable: Bachelet, el ex presidente Lagos y hasta el mismísimo Zamorano quien “prestó” su cara que por ser más cercana al pueblo (el principal usuario de la locomoción colectiva), era una imagen que nos acercaba a Transantiago.
A pesar de mi buena onda con el nuevo sistema, tenía un temor oculto, un temor clandestino según la explicación de Natalia. Vivo en Quinta Normal y si los micros amarillos nunca pasaban, ¿pasarían ahora que serían grises?
Con esa pregunta el panorama sí que se hacía gris. Muy gris.
Sábado y domingo me pegué a los noticiarios para ver las opiniones de la gente: lo único que veía era malestar, enojo, rabia, puros sentimientos negativos. Que el mapa no se entiende, que no hay tarjetas, que la micro no pasa, que esto, que lo otro.
Ya me sentía totalmente indignada con la gente (obvio, siempre espero que todos sean un poco como yo). Convencí a mi novio de que Transantiago sí era una buena opción, que era necesario un cambio para la ciudad, dándole con gruesos argumentos de su propia experiencia. Uno menos!
Pero mayor fue mi enojo con la gente el día lunes, cuando me desperté temprano únicamente para ver los noticieros y el in-situ de lo que estaba ocurriendo en las calles: todo se volvía un desparramo de amenazas. Muchas de ellas se han cumplido.
Sin embargo, en Quinta Normal se respiran aires de calma, por lo mismo, yo los respiro también. Si bien no hay más recorridos, éstos pasan y nos acercan a lugares desde los que nos podemos mover a todo Santiago. Tenemos buses para elegir: buses y micros como las diferencia mi sobrino de tres años, las grandes y verdes y las grises, respectivamente.
Mi experiencia con Transantiago se ha hecho totalmente satisfactoria, es más, podríamos aseverar que nos ha cambiado la vida (aunque suene exagerado). Ahora sí tenemos buses que pasan.
Creo que debemos acostumbrarnos y no dar pie atrás; si nos demoramos un poco, bueno ya saldrá mejor.
Por mi parte, ya he decidido como serán mis viajes a la universidad a partir de marzo. Sólo me queda un temor clandestino:
¿Cómo me iré, y de dónde para dónde, si mi práctica es en chuchuncucity?

1 comentario:

Anto dijo...

me posteo yo misma...Transantiago me cambio la vida.